La sangre de Jesús

Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual  recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata,  si no con la sangre preciosa de Cristo, como un cordero sin mancha y sin contaminación.  1ra. Pedro 1:18-19

  

La Cena del Señor es un emblema muy importante de la fe cristiana y todos los que participamos lo hemos de hacer con responsabilidad en una acción de reconciliación.   

 

Cristo dijo a sus discípulos que debían llevar a cabo este acto y Pablo nos hace esta referencia. 

 

Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.

Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 1ra. Corintios 11:23-25

 

Hemos de decir que el sacrificio del Señor, fue un evento espiritual así ordenado por Dios por amor a sus hijos,  pues si hacemos alusión al verso inicial,  este fue un acto de obediencia y de mucho amor,  pues ahora sabemos que fuimos rescatados para ser purificados o hechos limpios a través de la sangre preciosa  del cordero siendo Cristo mismo,  un cordero sin mancha y sin contaminación.

 

Siendo este uno de los puntos de fe de la Iglesia de Dios,  creemos que la sangre preciosa de Jesús fue derramada para la remisión de los pecados del hombre.  

 

Situación actual.

Nuestra imperfección de la vida revela la necesidad de una expiación y reconciliación delante de Dios, esta circunstancia nos indica que requerimos de la ayuda divina. En nuestros días, la humanidad se encuentra en un estado de corrupción tal, que no es posible ofrecer un sacrificio para limpiar nuestros propios pecados por nosotros mismos a la usanza antigua del pueblo de Israel (Levítico 5:17-19).

 

Porque en aquel tiempo, Dios estableció la forma de expiar las culpas; esto era por medio de la sangre de animales. Pero los sacrificios dejaron de cumplir su objetivo, pues comenzaron a hacerse de manera simple, por costumbre. En consecuencia, la santidad no podía ser restaurada en su valor auténtico, lo que a la postre desagradó a Dios (Isaías 1:11-12), ya que el hombre sólo trataba de justificarse pero con ello hacía recordatorio únicamente de sus pecados (Hebreos 10:1-4).

 

La expiación de los pecados se había realizado por medio de la sangre desde el tiempo en que el pecado entró en el mundo hasta la presencia de Jesús; y sin embargo, Él tenía que morir por nuestros pecados.

Por tanto, era necesario un tipo de sacrificio que verdaderamente purificara al hombre de sus faltas. Sólo la sangre de un cordero perfecto podría, de una vez por todas, purificar a la humanidad de todas sus incorrecciones.   Para ello, Cristo vino a este mundo hecho semejante a los hombres, se ofreció a sí mismo, cumpliendo la voluntad de su Padre, para redimir los pecados de los hombres, con la característica especial de no haber cometido ningún pecado en su vida humana (Hebreos 7:24-28; 9:28). 

 

 Dios permitió que fuera derramada la sangre de su Hijo amado para realizar el perdón de los pecados que alejan a los hombres de su Creador. La sangre de Cristo fue ofrecida para volver a acercarnos a Dios, a pesar de haber desobedecido la voluntad divina y de atentar contra nuestros semejantes y aun contra los seres que más queremos. Ahora se nos concede nuevamente la oportunidad de acercarnos a Dios al aceptar sinceramente el sacrificio de Cristo para nuestra salud.

 

Al morir nuestro Señor Jesucristo en la cruz, entendemos que ha sido derramada su sangre inocente, la cual hace limpio a todo aquél que lo recibe como su Salvador (Hechos 20:28; 1a Corintios 10:16; Efesios 1:6-8).

 

Ahora bien, hemos de analizar los beneficios que este nuevo pacto.  

 

El Antiguo Pacto establecía diversos tipos de sacrificios, la ley dada por medio de Moisés establecía que todo pecado debía ser purificado con sangre, a través de un sacrificio (Lv. 14:25), en general, suponía en el ofrendante, la conciencia de que la muerte a causa del pecado estaba sobre él, por ello había que ofrendar el sacrificio para que le fuera aceptado de parte de Dios. La sangre del sacrificio debía ser rociada, porque representaba la vida misma. (Lv. 17:11)

 

Cristo el cordero.   El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.  Juan 1:29

 

Por esta razón la sangre de Cristo limpia, pues al ser derramada ha sido para dar vida,  para quitar el pecado y la muerte.

 

La sangre que purifica.  De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2da. Corintios 5:17

 

Todo hijo de Dios que ha aceptado a Cristo como su salvador debe conocer y experimentar la bendición de haber recibido la sangre de Cristo como un medio de transformación a una vida de santidad, pues purificar significa limpiar o liberar.  

 

La sangre que quita el pecado.  Cuando Él dijo: Un nuevo pacto, hizo anticuado al primero; y lo que se hace anticuado y envejece, está próximo a desaparecer. Hebreos 8:13

 

Todo hijo de Dios que ha aceptado a Cristo como su salvador debe conocer y experimentar la bendición de haber recibido la sangre de Cristo como un medio de transformación a una vida de santidad, pues purificar significa limpiar o liberar.  

 

La sangre de Cristo nos permite una comunión.   La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?1a. Corintios 10:16

 

La sangre de Cristo nos da paz.   Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Colosenses 1:20

 

El Señor trae la paz a la vida del creyente por medio de su sangre, con el propósito de reconciliarle con su Padre Dios, y presentarlo ante Él, santo, sin mancha e irreprensible.

 

 

Conclusión:

Los creyentes tienen compañerismo con Cristo, por medio de la participación de la Cena del Señor, pues simbólicamente se participa de su muerte y resurrección y se anuncia su venida.  

No hagamos en vano el sacrificio de Jesús, si queremos tener la vida eterna, debemos comer y beber los emblemas de su sacrificio con dignidad, porque el que no come su carne, ni bebe su sangre, no tendrá vida eterna.

 

Hagamos nuestra celebración por la salvación que alcanzamos por la misericordia, “no en la vieja levadura, ni en la levadura de malicia y de maldad, sino en ázimos de sinceridad y verdad” (1a Corintios 5:8),  porque el que come indignamente, juicio come.

 

 

 

 

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